Del
estallido social al estallido viral
Patricio
González
Mayo, 2020.
Los
acontecimientos en nuestro país en estos últimos 8 meses (de
octubre de 2019 a mayo 2020) han dejado en evidencia lo inoperante
del gobierno de Piñera, su demagogia, su ineptitud, su ninguna
empatía frente a los graves problemas que sufre la inmensa mayoría
de la población. Han dejado de manifiesto la mentira, la fanfarria,
el menosprecio por los más desposeídos, su mercantilismo y su poca
o nula sensibilidad social, como también la farandulización de la
política nacional, con puesta en escena de las “medidas” que han
implementado, como un circo pobre, donde el rol del Sr. Corales lo
cumple a la perfección el jefe de gobierno, y donde abundan las
cámaras televisivas y los carros militares y policiales, con gran
presencia de sus luces intermitentes, muchas “personalidades” del
gobierno y de la derecha, todo al más puro estilo “hollywoodense”,
como un gran show mediático.
En
octubre de 2019, y en las semanas posteriores a esa fecha, se expresó
con mayor fuerza la molestia de millones de personas en nuestro país
frente al modelo económico y político vigente. Se realizaron
grandes protestas de estudiantes, de mujeres, de trabajadores, de
vastos sectores sociales, lo que llevó a gigantescas
manifestaciones, donde se pedían cambios radicales estructurales,
tanto del punto de vista político y económico, como social.
Todo
el país se movilizó en diversas formas y se generaron actos
emblemáticos, como el del 18 de octubre y otros en Plaza Dignidad,
en otros lugares y ciudades, como también combativas consignas, como
“no
son 30 pesos, son 30 años”,
entre otras.
Esta
situación expresaba un descontento creciente, que se arrastraba ya
de un tiempo atrás, como: la gran movilización No más AFP de abril
2018, y otras marchas de esta organización social, apoyada por otras
instituciones, la marcha feminista del mismo año contra la
discriminación de género y en numerosas otras protestas y
manifestaciones de escolares y universitarios, de la CUT, de varios
sindicatos y grupos de trabajadores.
Esto,
ante los graves y grandes problemas en el país, que el gobierno de
Piñera no estaba dispuesto a resolver y sólo impuso la política
del garrote como respuesta, violando sistemáticamente los DDHH, como
muchos organismos nacionales e internacionales pudieron establecer, y
una fuerte represión al movimiento social.
Yendo
más atrás, el actual modelo data del golpe de
estado de 1973 en nuestro país. Es desde aquí donde se empieza a
concebir e implementar paulatinamente un nuevo modelo económico, el
cual necesitaba contar con las condiciones políticas adecuadas para
ello. Eso lo permitió el cruento golpe de estado y la violencia
desatada por las FFAA, Carabineros y la derecha, generando una de las
dictaduras civico-militar más brutales del último tiempo. Bajo este
régimen se impusieron, a sangre y fuego, las medidas económicas y
sociales que, en gran medida, rigen hasta el día de hoy, las cuales
han creado una gran distorción e inequidad en el país, manteniendo
a la gran mayoría de la población en una dificil situación
económica y en una muy desmejorada condición social, carente de
diversos derechos, como a la salud, a la educación, a la vivienda, a
la educación, entre otros.
Producto
de esa situación, y en correspondencia con la espuria Constitución
de 1980 y el rol asignado en ella a las FFAA y policías, nuestro país
se convirtió, y hasta hoy lo sigue siendo, en un estado
policiaco,
donde el uso de la fuerza y la represión por parte de la policía, y
la amenaza son pan de cada día.
Al
decir del Licenciado en Filosofía en la Universidad de Chile y
candidato al Doctorado con mención en Ética y Filosofía Política.
Investigador de la Universidad Bolivariana, Cristian Candia Baeza, en
su artículo “Seguridad ciudadana y Estado policíaco”1,
debe entenderse este concepto, señalando que este problema de
seguridad parte de la crisis vivida por nuestro país y por un
crecimiento económico que no ha considerado la equidad como
parámetro de distribución. Expresa que: “La estrategia seguida
para convertir el tema de la seguridad en la obsesión de nuestro
tiempo se desarrolló en dos fases. La primera estuvo orientada a
ubicar el problema al interior de un marco jurídico y policial,
restringiendo el problema de la seguridad a una cuestión delictiva.
La segunda, consistió en presentar la solución del problema como
una cuestión técnica referida al control y sanción del delito”.
Más adelante señala que el camino que se tomó fue “el de situar
la problemática al amparo de un dispositivo técnico-jurídico. Se
trata de convertir el cuerpo social en cuerpo victimizado,
multiplicando mediáticamente la figura del miedo hasta que no haya
persona que no se sienta vulnerable a esta amenaza permanente …..
Se instala en nuestro imaginario una microfísica del temor que
corresponde a una microfísica del ejercicio policiaco …....Aquí
es donde entra la segunda fase de la estrategia que administra el
delito ….... La misma voluntad que administra el miedo se ofrece
como la salvación necesaria …... El delincuente instalado dentro
de nuestra casa exige la presencia de este otro huésped, el cual
llega con toda su parafernalia salvadora. De esta forma, se cumple
una triste profecía, la instauración de una sociedad segura al
amparo de un estado policíaco”.
Fiel
a este concepto, el gobierno de Piñera ha hecho todo lo posible por
criminalizar al movimiento social, señalándolo como delincuentes,
terroristas, antísociales, etc., promoviendo una serie de leyes,
desafortunadamente aprobadas por una mayoría obsecuente en el
parlamento, que aplica fuertes sanciones a quienes se manifiesten en
las calles contra el actual sistema, situación que desgraciadamente
ha contado también con el respaldo de algunos personeros de los
tribunales de justicia. Lo que se busca es aplastar el movimiento de
protesta y mantener el status quo en Chile.
Con
la irrupción de la pandemia en nuestro país, nuevamente ha quedado
al desnudo la precariedad de este gobierno en el sentido de ser
incapaz de implemenar reales medidas de corte social y de salud que
hubiesen permitido enfrentar con mayor éxito las secuelas de la
actual emergencia sanitaria.
Una
vez más se ha recurrido al garrote, en vez de la zanahoria, para
enfrentar la crisis. El gobierno pecó no solo de implementar muy tardíamente algunas medidas, sino que ha responsabilizado a la
población del fuerte auge que ha causado el corona virus, amenazando con las penas del infierno a quién no cumpla las
restricciones impuestas. Las amenazas van no solo de detenciones y
confinaciones, sino también con exorbitantes y millonarias multas en
dinero a quienes incumplan las llamadas cuarentenas y otras medidas
restrictivas. Como si fuera poco, ha militarizado la situación,
usando nuevamente las herramientas que le permite su condición de
estado policiaco.
Aparte
de culpar a la población del incremento de los infectados y muertos,
de tratar de blanquear a las FFAA y Carabineros por su rol represivo,
intenta bajar el perfil de las secuelas originadas, mintiendo y
manipulando las cifras y hechos, y traspasa todo el peso de la crisis
a los trabajadores con diferentes medidas que se han tomando, sin
dejar de favorecer económicamente a los grandes grupos de poder,
especialmente del área financiera y, en su afán de manipular la
situación, crea falsas imágenes transitorias, como la vuelta
a clase
de los escolares en mayo, el retorno
programado,
la nueva
realidad
y otros voladeros de luces.
La
actual crisis sanitaria que afecta al país ha demostrado una vez más
la inoperancia del actual gobierno derechista, su indolencia ante el
impacto social, su incapacidad de asumir su responsabilidad ante los
graves hechos ocurridos. Más allá de su verborrea, ha llegado tarde
a diversas situaciones, ha implementado tardíamente algunas medidas y
otras las ha sencillamente obviado,
Pero
no es solo la incapacidad del gobierno, sino que es una muestra más
del modelo económico y político que rige en el país, y que hace
urgentemente necesario su reemplazo por otro, para lo cual debe
articularse una gran oposición política, social, sindical,
estudiantil, etc., que sea capaz de llevar adelante este gran
desafío. En ese contexto, un gran reto para los sectores democrático
es crear las mejores condiciones para lograr el cambio de la
constitución a través del plebiscito de octubre de este año, que
la derecha y el gobierno pretenden suspender. Con mayor razón se
deben hacer los mayores esfuerzos para mantener activo y unido al
movimiento social por sus justas reivindicaciones, rol que, en lo
político, le corresponde a la oposición, la cual tampoco ha estado
a la altura de las circunstancias.
1
Cristian Candia Baeza,
«Seguridad
ciudadana y Estado policíaco»,Polis
[En
línea], 2|2002, Publicado el 26 noviembre 2012, consultado el 22
enero 2020. URL: http://journals.openedition.org/polis/7944
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